La inmensidad del átomo,
la pequeñez del universo,
el esplendor del invierno,
la opacidad del verano,
la desnuda primavera,
el ornamentado otoño,
tu juventud cincuentona,
y mi vejez veinteañera,
tu sangre azul y liviana
y la mía espesa y roja,
todas las antinomias,
más todas las coincidencias,
encontraron este amor,
abrazado y susurrando,
a gritos su reciente,
y milenaria existencia,
a una anciana solitaria y
a la humanidad entera.
Hallábase el mundo ocupado
en su descanso febril
en su descanso febril
preocupado en no hacer nada
y por lo tanto gritó y al fin...
se quedó callado...
Nosotros aprovechamos,
corrimos y caminamos
y entre nuestro andar cansino
y nuestra loca corrida
el amor se fue gastando,
mas amando continuamos
a este tierno y triste amor
que nunca podrá olvidarnos.
Así fue como terminó
luego de no comenzada
esta hermosa coincidencia
de concluir nuestro amor
pero al fin ... seguir amándonos.
Melan